“Lluvia de Rosas” – el juicio
Ven, necesito contarte un cuento antes que muera, aunque ya me encuentre muerto.
(Publicado el 24 de Noviembre de 2010) - Seleccionado Libro:
(Publicado el 24 de Noviembre de 2010) - Seleccionado Libro:
Sesión de Microcuentos - "Sentando Cabeza"
-----------------------------------------------------------Los pasos ahora son lentos, pero no cansados, torturados, desesperados por huir, por correr, por gritar, pero tristemente lentos, ya no tienen a dónde ir, a quien recurrir.
Diez metros, tal vez quince, en todo caso la distancia ya no importa; por un segundo sentí que era yo quien se escondía, que ella me buscaba, me torturaba su mirada, no había nada que pudiera hacer.
Ella tenía una cabellera rubia, un aroma a rosas, ojos de cristal, una súplica innecesaria, pues mi tormento en búsqueda de ser despejado tenía que acabar con la esencia que tanto me conmovía.
Una hora, hora y media, tal vez ese fue el tiempo que transcurrió mientras veía el calor de su rostro difuminarse con el frio de aquel vagón que visito religiosamente cada fin de semana.
El momento del juicio ha comenzado, no es la primera vez, lo sé; conozco ya de rutina cada uno de los procedimientos: entrada del jurado, la escribana, entrada de los abogados, el acusado, el denunciante, y el juez; un ser que pretende saber quien tiene la razón sin saber su propia razón de ser, sin poder contar al mundo su verdadera pasión, apruebo o fallo son sus únicas salidas.
Son aproximadamente cien veces las visitas que aquel vagón y yo hemos compartido, cabelleras de todos los colores forman parte de nuestro museo intimo, pero el aroma es siempre el mismo, rosas. De niño las odiaba; muerte de mi madre, rosas, muerte de mi padre, mas rosas, muerte de mi abuela, abuelos, tíos y tías, primos y primas, vecinos; novias, mi hijo, lluvia de rosas.
Yo se que hoy no debería estar en este lugar, tal vez soy el único que así lo comprende, es un lugar que no me merece, ni me desahoga, me tortura, me quebranta, pero no alivia mi dolor ni mi pena.
El único hombre que maté, aun está vivo, pues mi mente lo recuerda una y otra vez, el asesino de mi hijo, el ser más despreciable, el ser que no me deja vivir, el eje en mi visita a ese viejo y frio vagón.
Aunque el jurado escuchase mi confesión producto del alma y del dolor, se que jamás recibiría una aprobación ni siquiera del ser mas retorcido, aquel que justo ahora tengo enfrente, un sujeto que cree poder controlar el mundo con sus propias manos, que no necesita pedir permiso, que cree ser capaz de diferenciar el bien del mal.
Siempre pensé que debí ser el primero en la lista, el que debía morir primero, de haberlo hecho hoy estaría con mi hijo y la tortura de vivir seria una pesadilla y nada más que eso.
Hoy soy juzgado, hoy, la máscara podría llegar a su fin, pero el veredicto de mi conciencia me da la última oportunidad.
El juicio comenzó con mi presencia hace más de una hora, pero jamás estuve mas ausente de nada en mi vida.
Un juicio más, un día más, mi conciencia me habla y no la puedo ignorar, tal vez con todo este tiempo, se ha vuelto tan reacia como yo. Su veredicto: no te des por vencido, aun hay esperanza. No lo veo igual, ya no me importa nada.
En la mesa, un vaso con agua, muchos papeles; una rosa, una tortura, un deseo inquebrantable de empezar mi ritual, hoy es uno de esos días, de los que hay cruces en el calendario, de los que el vagón se alegra pues sabe que estoy por volver.
El juicio está por concluir, el policía lentamente se acerca hacia mí, me mira, su mirada me regresa a la realidad, pues mi ausencia fue completa, jamás escuche una sola palabra de nadie, pues solo yo sé el resultado, solo yo se la verdad.
El policía asienta con la cabeza, indicando que llegó la hora, me debo poner de pie, debo observar a todos, guardar silencio un minuto más.
Mi hijo no merecía morir, y mis victimas tampoco, ¿debe ser un plan de Dios tal vez?, ¿me perdonara cuando me vea?, no lo sé, jamás lo sabré.
Todos me miran, esperan que diga algo, ¿de qué sirve?, ya nada se puede hacer.
Estoy rodeado de gente que se considera buena, que pretende decidir el futuro de los demás según lo que les convenga, parece una jauría, pero de animales mansos, parece un trigal, y yo una maldita rosa con espinas.
El tiempo se acabo, la decisión está por ser dictada. Me pongo de pie, observo fijamente al ser que a mi norte se encuentra, sostengo con mi mano el símbolo de poder tomar esta decisión; sostengo un mallete que no merezco pero aun así nadie es capaz de darse cuenta de aquello, nadie me lo podría arrebatar. Mis palabras son claras y clásicas: declaro al acusado, culpable; tenía que decirlo, la mirada de todos me indica que lo es, no me importan las razones, pero lo es, es culpable.
Quien podrá algún día darse cuenta de que yo lo soy también. Mi posición de juez me protege, evita que siquiera sospechen, pocos han puesto su cara al viento en medio de un trigal, pero ya no me agrada, es un viento que empieza a ser putrefacto, que desgasta.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------
SI TE GUSTÓ ESTE CUENTO NO DUDES EN COMPARTIRLO.
TE DEJO TODAS MIS REDES SOCIALES DONDE ME PUEDES ENCONTRAR CON FRECUENCIA Y HACERME SABER QUE TE PARECIÓ. O TAMBIÉN PUEDES DEJAR AQUI ABAJO TU COMENTARIO.
LEER ES CULTURA. GRACIAS POR LEER.
ABRAZOS.
FACEBOOK: SOYHECTORVELEZ
TWITTER: SOYHECTORVELEZ
INSTAGRAM: SOYHECTORVELEZ
No hay comentarios: