“EN MI EPOCA NO SE PODIA PREGUNTAR” Entrevista a Alejandro Awada

“No tengo tantas camperas”, es lo primero en decir al ubicarse en el centro del escenario, donde le corresponde, al observar la imagen que de fondo se proyecta, pues viste igual que aquella; las risas no se hicieron esperar en el auditorio. “Soy hijo de la clase media (la clase trabajadora para algunos y para este escritor en particular), en casa había mucama, quien por desgracia me crio y ame mucho”.
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Alejandro Awada nació en Villa Ballester, Buenos Aires. Es hijo del multimillonario Abraham Awada, dueño de la marca "Awada". Cursó sus estudios secundarios en el Hölters Schule, colegio bilingüe alemán. Intentó dos veces hacer una carrera en Ciencias Económicas y trabajó en la fábrica de su padre. Pero luego de un intento de casamiento frustrado cambió el
rumbo de sus estudios y se dedicó a la actuación. Sus primeros pasos fueron en el teatro under, en obras como Teatrazo 85 o América Hechiceza.  Jugaba solo, con soldaditos, los cuales en idiomas inventados se enfrentaban entre sí, “Mis mejores juegos eran en soledad”.

Alejandro confiesa que en la primaria y secundaria la pasó “muy mal, mi época era muy censurada, y fui a un colegio alemán, donde los castigos eran físicos, y como varones había que bancárselas y quedarse cayado”.
Por esto considera que no pudo formarse como corresponde, pues no existía la opción de preguntar, ya que las enseñanzas impartidas tenían que ser tomadas como la verdad absoluta.

Realmente desconozco a este actor, tal vez como a la mayoría de invitados que han transitado por el auditorio en lo que va de la cursada, pero por que comentarlo hasta ahora, simplemente por narrar una de esas situaciones inusuales que jamás se olvidan. En el vaivén de preguntas que los docentes realizan al invitado, volteo sobre mi izquierda para preguntar el nombre del mismo al docente Gabriel Los Santos (uno de los mejores docentes que por suerte laburan en la Universidad de Palermo), su respuesta fue envuelta en una, un tanto, decepcionante sonrisa (tal vez por haber preguntado): “Es Alejandro Awada, y es un actor – de la hostia (por no citar las palabras exactas)”.

Y Gabriel claramente no se alejaba de la realidad, al observar el pequeño video ilustrativo que los docentes habían elegido para situar en conocimiento a los alumnos que expectantes nos encontrábamos en el auditorio: un fragmento de mujeres asesinas.

Un actor muy poco conocido una vez me dijo: “morir en cámara no es nada fácil, si te pasas en acciones o economizas mucho, puede ser un desastre”. El fragmento del video mostraba una escena en la que luego de ver a un Alejandro Awada, muy violento, moría asesinado por la mujer a la que atormentaba, su reacción o actuación fue perfecta, como realizador me dije: Cuando filme una muerte, el actor tiene que hacer eso.

Alejandro cuenta que de joven quiso unirse a los Ala Delta, pero su padre no lo dejó (a pesar de estar en contra de los frustradores de sueños, por lo visto, considero que hizo bien), y esto derivó en lo artístico.
No logra encontrar una posición cómoda en el pequeño sofá donde en el que se encuentra, incluso ya no les da el frente a los docentes como al principio de la entrevista, ahora su plano frontal se encuentra dirigido a los alumnos, se pone nervioso al hablar de sus inicios, aun así no esquiva ninguna pregunta.

Alejandro Awada es notoriamente un gran actor, lleno de “tics” nerviosos como nunca antes vi en mi vida, juguetea una y otra vez con la bufanda que carga encima, pero escucha con mucha atención cada una de las preguntas que le realizan.

Y mientras se reacomoda nuevamente sobre el asiento, habla sobre la transcendencia de la actuación Argentina (más bien del actor/actriz), considerándola como la mejor del habla hispana en el mundo.
“Sé que soy reconocido y valorado, pues me ocupe de que suceda, sin dejarme llevar por las estupideces del medio”.

Alejandro Awada es un actor que tiene mucho por decir, es mucho lo que nos puede enseñar, incluso al punto de decir que “si el productor quiere, se puede”. La enseñanza que nos deja este (gran) actor: Querer. Eso es todo lo necesario para ser.

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