Un Cuento Pequeño


Esmeraldas - Un Cuento Pequeño

Las ondas en el vaso de agua se hacían cada vez mas pronunciadas y de corta duración. Ni que hablar del estruendo en aumento por aquellos pasos que poco a poco se acercaban.

Rápidamente me aventuré hasta el balcón en la sala de mi casa con la latente esperanza de
no ser el único que estaba consiguiendo un mal presentimiento. Raro, pues siempre quise ser el único testigo en presenciar ese algo sobrenatural que luego nadie creería hasta que en el día que muera, una vez que hubiese agotado todas las formas posibles de contar la historia, finalmente se revelase que tenía la razón y una amplia sonrisa acompañe mi perecer por el tiempo que habían perdido aquellos incrédulos que ya no me tendrían para poder contestar todos esas preguntas que ahora se multiplicaban por miles.

Varios observan, desde sus casas o en las veredas; no me sorprende pues en Los Almendros todos se enteran de todo, al fin y al cabo es un barrio pequeño de una ciudad pequeña que se comporta como cualquier barrio pequeño de cualquier ciudad pequeña cuya grandeza está solo en su gente y sus costumbres.

Finalmente olvidé el vaso de agua que pretendía tomar antes de salir de mi casa para sumarme a los muchachos en las ya clásicos partidos de fútbol en la calle del barrio los domingos por la tarde.

Cuando las miradas hablan, las palabras son innecesarias, hasta que algún imbécil rompe el silencio: -!Es el diablo!- gritó una vecina, y en sucesión todos empezaron a correr.

Necesitaba saber a que se refería con eso del diablo, la presencia de aquel sujeto era extraña y no quería quedarme con la duda de desconocer el origen de aquella extraña presencia, deforme, grotesca, escupiendo fuego por la boca y destruyendo cuanta cabeza a su paso encontraba. Tenía que saber, necesitaba saber, era la hazaña que nunca me cansaría de contar, la proeza que nadie pretendería criticar, el boleto a la historia, el pase directo a la final.

Así que me armé de valor; repleto de sobresalto y adrenalina. Me armé de valor y corrí junto a los demás, al fin y al cabo soy otro integrante más de un barrio pequeño de una ciudad pequeña que se comporta como la gente de un barrio pequeño de una ciudad pequeña, pero apenas estemos todos juntos encontraremos la forma de destruir a ese invasor.




Felicidades Esmeraldas por tus 193 años de independencia. 
Extraño tus defectos y tus virtudes por que eres grande para tu gente y por tu gente eres grande.

Aquí hay otro cuento pequeño dedicado a mi barrio y a mi tierra.
Saludos.

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